Grandes artistas del Museo del Louvre

Según la base de datos Joconde, el Louvre alberga más de 5.500 pinturas y unas 2.000 esculturas, por no hablar de grabados, tapices, cerámicas, joyas, etc. Miles de artistas de diferentes épocas tienen su cuota de protagonismo en el Louvre. Pero, de todos ellos, ¿quiénes fueron los más famosos?, ¿qué movimientos artísticos representaban?, ¿qué rol juegan las mujeres? En este artículo hablamos de algunos de los autores más conocidos del Louvre y repasamos sus obras imprescindibles.

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Autores destacados del Louvre

Eugène Delacroix

Saint-Maurice, Francia (1798) – París, Francia (1863) – 65 años
Eugène Delacroix
Eugène Delacroix – Autorretrato con chaleco verde

Si el Louvre fuera una persona, probablemente sería Delacroix. Pocos mejor que él representan el espíritu del museo. Eugène Delacroix encarnó al pintor romántico por excelencia y fue una verdadera estrella en París, donde cautivó al gran público y a buena parte de la crítica con su estilo moderno, atrevido y revolucionario.

Alumno de Théodore Géricault, al que sirvió como modelo en La balsa de la Medusa, perfeccionó su estilo copiando a los grandes artistas del Louvre, lugar al que acudía con mucha frecuencia y donde obtuvo el encargo de decorar la parte central de la bóveda en la Galería de Apolo.

Su cuadro más representativo es, sin duda, La libertad guiando al pueblo (ver obras más importantes del Louvre), una de las pinturas más impresionantes del museo. Entre sus más de 50 obras expuestas destacan también La muerte de Sardanápalo y La matanza de Quíos. Además, otros cuadros, dibujos, litografías y trabajos del artista pueden verse en el Musée national Eugène Delacroix, gestionado por el Louvre.

Théodore Géricault

Rouen, Francia (1791) – París, Francia (1824) – 32 años
Théodore Géricault
Horace Vernet – Retrato de Théodore Géricault

El maestro de Delacroix murió con tan solo 32 años, pero este tiempo le bastó para convertirse en un referente del romanticismo y en uno de los grandes pintores franceses de todos los tiempos. Rebelde y de espíritu libre, Géricault destacó por tratar la heroicidad de los temas cotidianos; por su ejecución, libre de una excesiva planificación; y por su excelencia en la plasmación del movimiento.

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Théodore Géricault nació en el seno de una familia rica y nunca tuvo necesidad de pintar por dinero, lo que le permitió dedicarse por completo al arte, a estudiar, a viajar, etc. Desde muy joven quiso alejarse del modelo neoclásico imperante y se interesó por Rubens y Miguel Ángel. Su primera gran obra, Oficial de cazadores a la carga, triunfó en el Salón de París de 1812 y le lanzó a la fama.

Pero su pintura más aclamada, también expuesta en el Louvre, fue La balsa de la Medusa, icono del romanticismo que representa el naufragio de la fragata Méduse en 1816. Del resto de sus cuadros expuestos en el Louvre (una treintena) hay que mencionar la importancia del tema de las enfermedades mentales y el de los caballos, su animal predilecto.

Jacques-Louis David

París, Francia (1748) – Bruselas, Bélgica (1825) – 77 años
Jacques-Louis David
Jacques-Louis David – Autorretrato

Antes de que Géricault o Delacroix se pusieran de moda en la escena artística de París, la mayoría de pintores estaban a la sombra de un gigante: Jacques-Louis David. David, que había perdido a su padre en un duelo cuando tenía nueve años, se crio bajo la tutela de sus adinerados tíos y pudo realizar sus estudios de arte en Roma, donde quedó prendado por los maestros clásicos, como su ídolo Rafael.

Tras cinco años en Roma, David regresó a Francia y dio a conocer sus primeras obras de renombre en el Salón de París de 1781. Pero su estrellato llegaría tras un nuevo viaje a Roma y la presentación en el Salón de 1785 de El Juramento de los Horacios. Este enorme cuadro, de más de 3 m de alto y 4 m de ancho, se considera hoy en día la obra cumbre del neoclasicismo.

Jacques-Louis David fue uno de los pintores más influyentes de la Revolución Francesa y también fue una figura clave durante el imperio de Napoléon, con quien mantuvo una buena amistad. Tras el regreso de los Borbones a Francia, David se exilió en Bruselas, donde falleció en 1825, y donde puede verse uno de sus cuadros más notables: La muerte de Marat. El Louvre alberga otras obras maestras del pintor, como El rapto de las sabinas o La coronación de Napoleón.

Dominique Ingres

Montauban, Francia (1780) – París, Francia (1867) – 86 años
Dominique Ingres
Dominique Ingres – Autorretrato

De entre los muchos alumnos que tuvo Jacques-Louis David, quizá el más destacado fue Dominique Ingres. Hijo de un artista tolosano, inició sus estudios en Toulouse, pero con dieciséis años viajó a París para aprender del maestro David. Al igual que su mentor, continuó su educación artística en Roma, donde permaneció dieciocho años.

A Dominique Ingres también le cautivaron la pintura de Rafael y la de otros pintores clásicos, pero acabó desarrollando un estilo propio a caballo entre el neoclasicismo, el romanticismo e incluso el orientalismo. La pintura histórica, los retratos y los desnudos femeninos fueron los ejes centrales de la carrera de un pintor que también destacó como violinista en la orquesta de Toulouse.

Ingres vivió sus últimas décadas en París, donde llegó a alcanzar el cargo de senador. De todas sus obras, quizá la más memorable es La gran odalisca, desnudo de estilo orientalista muy aclamado en el Salón de París de 1819. Esta pintura puede verse en el Louvre, al igual que sus cuadros Edipo y la esfinge, El baño turco o Juana de Arco en la coronación de Carlos VII, entre muchos otros.

Leonardo da Vinci

Vinci, Italia (1452) – Amboise, Francia (1519) – 67 años
Leonardo da Vinci
Leonardo da Vinci – Autorretrato

Ya dijimos que si el Louvre fuera una persona, probablemente sería Delacroix. De lo que no hay duda es de que si el Louvre se tuviera que reducir a una sola obra, esta sería La Gioconda, de Leornardo da Vinci. El genio de la Toscana recibió su formación multidisciplinar en el taller de Andrea del Verrocchio, donde se enroló siendo aún menor de edad. A los veintiséis años, sin embargo, ya había superado a su maestro en todas las áreas y empezó a hacerse un nombre en Florencia.

Leonardo pasó una de sus etapas más productivas en Milán, donde pintó La última cena y donde se desarrolló como ingeniero, arquitecto, escultor, filósofo, poeta, anatomista, botánico, etc., casi siempre al servicio de los Sforza. En las siguientes décadas vivió en Roma, Venecia y Florencia, trabajando para los Médici, los Borgia e incluso el papa León X.

El gran hombre del Renacimiento vivió sus últimos años en el castillo de Clos-Lucé (Amboise, Francia) como protegido del rey Francisco I. En cuanto a sus obras, lo cierto es que apenas se conservan una treintena de sus cuadros. Y es que Leonardo da Vinci no fue especialmente prolífico como pintor. En el Louvre, además de la Mona Lisa, solo se exhiben La Virgen de las rocas y La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana, además de algunos dibujos.

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Miguel Ángel

Caprese, Italia (1475) – Roma, Italia (1564) – 88 años
Miguel Ángel
Daniele da Volterra – Retrato de Miguel Ángel

Si bien Michelangelo no abarcó tantos campos del conocimiento y las artes como Leonardo, este otro genio del Renacimiento le superó en al menos tres áreas: la arquitectura, la pintura y, su preferida: la escultura. Con solo veintitrés años esculpió la Pietà y antes de cumplir los treinta ya había finalizado la obra cumbre de la escultura: el David.

Miguel Ángel inició su formación artística en Florencia, no muy lejos de su Caprese natal, pero fue en Roma donde alcanzó la fama y donde realizó algunos de sus trabajos más importantes. Desde muy pronto el Vaticano se convirtió en uno de sus principales clientes, aunque alternó sus estancias en la capital con largos periodos de trabajo en Florencia, donde residían otros de sus grandes mecenas: los Médici.

Miguel Ángel despuntó inicialmente en la escultura (él se consideraba escultor), pero de forma más o menos involuntaria fue especializándose en la pintura (recordemos los frescos de la Capilla Sixtina) y más tarde en la arquitectura (entre otras cosas, participó en la Basílica de San Pedro). El Louvre solo posee unas pocas obras de Miguel Ángel, pero alberga dos de sus esculturas más imponentes: el Esclavo moribundo y el Esclavo rebelde.

Paul Rubens

Siegen, Alemania (1577) – Amberes, Bélgica (1640) – 62 años
Paul Rubens
Paul Rubens – Autorretrato

Peter Paul Rubens nació en Alemania por diferentes azares de la vida, pero muy pronto regresó a la Bélgica de su familia, donde se formó como artista. Sin embargo, como en muchos otros casos, fue en su viaje iniciático a Italia donde desarrolló su admiración por Da Vinci, Miguel Ángel o Tiziano, y donde se empezó a definir su inconfundible estilo barroco, lleno de exuberancia, sensualidad y dinamismo.

Con treinta años el pintor flamenco se estableció en Amberes, ciudad que solo abandonó para realizar trabajos importantes o misiones diplomáticas entre España, Países Bajos e Inglaterra. Su encargo más importante fue el Ciclo de María de Médici, realizado entre 1621 y 1625. Los veinticuatro cuadros de la colección, con El desembarco en Marsella como obra más destaca, se exhiben en la galería Médici del Louvre.

Aunque la representación de cuadros de Rubens en el museo del Louvre es amplia, algunas de sus obras más famosas se encuentran repartidas por la geografía europea: el Descendimiento de Cristo (catedral de Amberes), Las Tres Gracias y Saturno devorando a su hijo (Museo del Prado), Sansón y Dalila (National Gallery de Londres), Los horrores de la guerra (Palazzo Pitti de Florencia), etc.

Élisabeth Vigée Le Brun

París, Francia (1755) – París, Francia (1842) – 86 años
Élisabeth Vigée Le Brun
Élisabeth Vigée Le Brun – Autorretrato

Por desgracia, la representación femenina en el Museo de Louvre es sorprendentemente pobre: apenas hay una treintena de pintoras presentes y el total de cuadros realizados por estas mujeres no llega al medio centenar. De entre ellas, la más popular fue Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun, retratista parisina que ya tenía su propio estudio a los quince años.

Desde muy pronto, Élisabeth se procuró una buena fama entre la nobleza francesa y con poco más de veinte años fue invitada al palacio de Versalles para pintar a la reina María Antonieta, quien se convertiría en una de sus principales valedoras. Este hecho lanzó su carrera, pero también la obligó a exiliarse durante la Revolución Francesa. En esos tiempos, tuvo un gran éxito en lugares como Florencia, Roma, Bolonia, San Petersburgo o Berlín.

Élisabeth Vigée Le Brun regresó a Francia tras la coronación de Napoleón y allí vivió hasta su muerte, aunque a menudo viajó por el Viejo Continente para retratar a diferentes personajes de las élites europeas. De sus más de 600 retratos, el museo del Louvre alberga menos de una decena, entre los que se encuentran los de Joseph Vernet, Madame Molé-Reymond, Hubert Robert o Madame Rousseau, así como un autorretrato con su hija.

Paolo Veronese

Verona, Italia (1528) – Venecia, Italia (1588) – 60 años
Paolo Veronese
Probable autoretrato de Paolo Veronese en Las bodas de Caná

Paolo Veronese, cuyo nombre real era Paolo Caliari, fue uno de los grandes maestros del Renacimiento veneciano. Se trasladó a Venecia en 1553, donde rápidamente se estableció como uno de los pintores más prominentes de su tiempo, destacando por su brillante uso del color y la monumentalidad de sus composiciones. Veronese es conocido por sus majestuosas escenas que a menudo incorporan figuras bíblicas o mitológicas en lujosos entornos de arquitectura contemporánea (era amigo de Palladio), lo que le valió la admiración de la aristocracia veneciana y encargos de alto nivel, incluyendo trabajos para la Basílica de San Marcos y el Palacio Ducal.

Uno de sus cuadros más famosos es Las bodas de Caná, completado en 1563 para el refectorio del monasterio benedictino de San Giorgio Maggiore en Venecia. Es una obra colosal de 6,66 x 9,90 metros que narra el milagro bíblico de Jesús convirtiendo el agua en vino con una escala y un detalle espectaculares. Actualmente el cuadro se exhibe en el Museo del Louvre en la misma sala que La Gioconda.

Además de su habilidad técnica y el dominio de la perspectiva Veronese fue famoso por su capacidad para tejer elementos contemporáneos en temas clásicos y religiosos, lo que a veces provocó controversia. En 1573, fue llamado ante la Inquisición por supuestas herejías en su pintura «La última cena», posteriormente renombrada «Cena en casa de Leví» para apaciguar a sus críticos. Se defendió hábilmente argumentando que los pintores tenían la misma licencia y libertad que los poetas y los payasos. Sin duda se trataba de un hombre audaz y no convencional.

Artistas anónimos

Es imposible presentar una lista completa de los pintores, escultores y artistas de cada una de las disciplinas creativas que tienen presencia en las colecciones del Louvre. Pero sí que podemos poner de relieve, para cerrar la mención de los artistas top, que el más prolífico y mencionado en el gran museo de París podría ser el artista «Anónimo», desconocido. No por ser una persona de poca relevancia o por la baja calidad de sus obras. Más bien, es debido al desconocimiento de la autoría de sus piezas, algunas de ellas relevantes o hasta símbolo del propio museo.

La autoría de la Victoria alada de Samotracia, de los retratos de momias de El Fayum en Egipto o de la Venus de Milo se ha perdido en la noche de los tiempos. Igual que tantas otras obras imprescindibles que podemos contemplar visitando el museo del Louvre.

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